La población de Caracas y sus alrededores vive con angustia, aunque también con resignación, la determinación del gobierno de Nicolás Maduro de militarizar los supermercados y desviar los camiones con alimentos subsidiados a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), controlados por líderes comunales chavistas.

El oficialismo puso en marcha este sistema para enfrentar la corrupción que carcomió a los supermercados estatales, y frenar el acaparamiento. Para poder acceder a estos alimentos con precios reducidos, los venezolanos tienen que tener una “tarjeta de abastecimiento” asignada a beneficiarios de programas sociales. A los demás sólo les queda comprar en el mercado negro, a un precio 10 o 15 veces mayor.

Pero aún los beneficiados con este sistema se quejan de que las bolsas con arroz, azúcar, manteca, harina de maíz, aceite, entre otros productos, apenas llegan a una pequeña parte de la población, o son repartidas según afinidad política. “La bolsita que dan mes a mes es patética, lo censan a uno en la comunidad y le dan la bolsa de lo que salga, cuatro o cinco productos, cada vez vienen menos surtidas”, se queja Mayra.

Ante la escasez, las protestas se multiplicaron en las grandes ciudades. En los últimos cuatro meses se registraron 94 saqueos y 72 intentos de saqueo, según la ONG Observatorio Venezolano de la Conflictividad Social. Los más graves ocurrieron esta semana, cuando la gente que hacía cola en supermercados vieron como los camiones cargados de alimentos eran desviados por la guardia militarizada para entregarlos a la distribución a través de los CLAP.

La indignación ganó la calle y hubo violentos enfrentamientos con la Guardia Bolivariana, que reprimió lanzando gases lacrimógenos. Maduro dijo que el nuevo método se enfocará en la erradicación de los “bachaqueros”, nombre con el que se conoce a quienes compran los productos a precios regulados y los revenden mucho más caros. “Un paquete de harina bachaqueada cuesta 2.000 bolívares, cuando el precio regulado es de 190. Así, el sueldo no te da”, dice Rosa Gómez, en el populoso barrio de Petare.