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Tres aliados de los sauditas rompen con Irán.

Se agudiza la disputa entre las dos potencias del mundo islá

Bahrein y Sudán cortaron relaciones con Teherán. Y los Emiratos Arabes retiraron a su embajador. Es en apoyo a Arabia Saudita, cuya embajada fue asaltada por iraníes en protesta por la ejecución de un clérigo.

Las repercusiones por la ejecución de un polémico clérigo shiíta en Arabia Saudita el fin de semana pasado reafirman su onda expansiva sobre Oriente Medio. Luego de que el domingo Riad rompiera relaciones con Teherán por un ataque a la embajada saudita en la capital persa, algunos de sus aliados cortaron o redujeron sus lazos diplomáticos con Irán, dando lugar a la peor crisis en casi tres décadas en las relaciones entre ambas potencias de esta volátil región.

Los gobiernos de Bahrein y de Sudán, en sintonía con la monarquía sunnita, dieron a los embajadores iraníes 48 horas para dejar sus países después que un grupo de manifestantes persas incendiara la embajada saudita en Teherán y de que el líder supremo iraní Alí Jamenei pidiera “venganza divina” para los líderes saudíes que llevaron adelante la ejecución del imán saudí Nimr al Nimr, el sábado. Los Emiratos Arabes Unidos también redujeron su representación diplomática al nivel de encargado de negocios, un paso anterior a la ruptura.

El canciller de Arabia Saudita, Adel al–Jubeir, quien anunció la decisión de expulsar a los iraníes, declaró a última hora del domingo que su pueblo ya no tendría relaciones con “un país que apoya el terrorismo y el sectarismo”. De esta postura se hizo eco Bahrein, que acusó a Irán de “financiar, apoyar y armar a los extremistas e incitar al conflicto en la región”. Los Emiratos también acusaron a Irán de “interferencia continua en los asuntos internos de los estados del Golfo y árabes”, según la agencia de noticias oficial WAM.

Aunque no anunció una ruptura con Irán, asimismo Kuwait declaró que apoyaba “todas las medidas adoptadas por Arabia Saudita para mantener su seguridad y estabilidad”, según un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores citado por por la agencia de noticias estatal Kuna, que no proporcionó su nombre.

El choque entre Arabia Saudita e Irán enciende una mecha en esta volátil región y podría agravar los conflictos de Siria y Yemen, donde una Arabia Saudita, dominada por los sunnitas, y un Irán shiíta libran guerras encubiertas. En el primer país, muy probablemente debilite los ya complicados esfuerzos para poner fin a una guerra en la que Arabia Saudita respalda a la oposición sunnita e Irán al régimen del presidente Bashar al–Assad.

Ayer, tanto la Casa Blanca como la cancillería de la Unión Europea llamaron a sauditas e iraníes a no escalar el conflicto y sofocar la tensión. Pero los intentos parecen vanos. Al ensanchamiento de esa grieta, se suman las críticas sauditas al acuerdo sobre el programa nuclear iraní promovido por Estados Unidos el año pasado, un acercamiento con el que cuenta la dirigencia de Teherán para fortalecer su economía y que repudia Riad, aliado estadounidense por excelencia.

“Irán ahora básicamente está aislado en la región”, dijo desde Dubai Ghanem Nuseibeh, fundador de la consultora de Londres Cornerstone Global Associates. “Es la parte que más sufrirá por este aislamiento. Los iraníes esperaban reintegrarse al mundo con el acuerdo nuclear y ahora hicieron todo lo contrario”.

El conflicto repercutió en los mercados. El precio del crudo subió inicialmente y luego cerró en baja, mientras que las Bolsas de Europa y Wall Street perdían entre 2 y 3% en promedio en parte por el choque diplomático, pero especialmente por la economía china .

“Desde el punto de vista de las inversiones, es una mala noticia: la gente apostaba a reactivar el diálogo entre los sauditas y los iraníes y a atenuar las tensiones”, señaló Jihad Azour, ex ministro de Economía de Líbano. “Es evidente que eso no va a ocurrir al menos por algún tiempo”, señaló.

El sábado, acusándolos de actos ligados con el terrorismo, Riad ejecutó con decapitaciones y fusilamientos a 47 condenados a muerte, entre ellos, al clérigo shiíta Nimr al Nimr, muy crítico con la monarquía saudita. Organismos de derechos humanos habían pedido la suspensión de su ejecución bajo el argumento de que no era un terrorista y que su prisión era, más bien, un hecho motivado en razones de política interna. La monarquía teme que sectores de la población reproduzcan en su territorio protestas similares a las que el mundo islámico vivió bajo la Primavera árabe. 

Tras la ejecución del clérigo, las reacciones se esparcieron por Irán, Irak, Pakistán, Cachemira y Bahrein. Y sus efectos no se habían apagado ayer.


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