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Columna de Opinión

El más humano de los dioses

Por Carolina Ibarra

Diego está muerto y no lo puedo, y no lo quiero, creer. Con él se muere la esperanza de que no se muera nunca. De que sea inmortal.

Una nunca está lista para estos días. Parte de ser un hombre amado por el pueblo, es que todos pretendemos su inmortalidad. Nunca se va a morir Maradona porque ¿cómo se va a morir Maradona? No, El Diego no es como esos simples mortales. El Diego es Dios.

 

Hay una parte minúscula, pero fuerte, que adentro fantasea con esa utopía de que los Diego's (pocos, únicos, casi ninguno) no van a morirse en serio. Son humanos, pero no ejercen.

 

Decíamos que Diego iba a ser inmortal en una charla, en el barrio, un sábado mientras hacíamos una olla y se hablaba de "La Mano de Dios" porque una fracción de esperanza quería aferrarse a esa idea. Diego es Dios.

 

Dios no muere. Diego no muere.

 

Es pensamiento científico básico.

 

Y una nunca está lista para estos días.

 

Como hace unos años, un día como hoy, el mundo era peor porque se iba Fidel. Y tampoco estábamos listos. Fidel nos había mostrado una revolución posible. O cuando se fue Néstor, unos años antes. Una se entera y desea que sea una fake news, una noticia falsa, un rumor o una mentira para que podamos afirmar que Dios existe y nació en el barro. Y que Dios, en sus múltiples representantes de zurda, siempre se le planta al imperialismo. Pero los humanos somos finitos, incluso los que ofician de Dios.

 

Se mueren. Se murió. Porque resulta éste Dios, no era un Dios cualquiera. Era un Dios con consciencia de clase; un Dios que se sentaba 5 horas al lado de un Chávez  que hablaba sin parar. Un Dios que peleó cada día por superarse y ser mejor. Un Dios del potrero, que usaba Rolex y se tatuó al Che. Y a Fidel. Y nosotros nos tatuamos a él.

 

Diego está muerto y no lo puedo, y no lo quiero, creer. Con él se muere la esperanza de que no se muera nunca. De que sea inmortal.

 

Diego nos dio alegrías, pero también nos dio discusiones. Dio posturas sobre todo en la vida. En las vidas. Vivió un montón de vidas y en todas lo amamos.

 

Diego nos hizo pelear con alguna compañeras - que lo tildaba de todo - o con la tía más paqueta que lo tildaba de "negro y falopero" y a nosotros siempre nos importó más lo otro. Las alegrías. Las sonrisas. El fútbol. La política. Las luchas que transitamos juntos, y él nunca se enteró.

 

 Yo ¿qué le puedo recriminar a Diego? ¿Qué alegrías le diste vos a un mundo entero? Diego hizo más por las Malvinas que todos nosotros juntos. Los ingleses todavía lo lloran y nosotros todavía lo disfrutamos como si fuese ayer.

 

Una nunca está lista para estos días.

 

Mi hijo come y mira a Diego en la TV, y le hace manitos, como siempre. Porque lo ama. Y a mi me conmueve y lloro. Y no quiero comer. No puedo comer.

 

Como no quiero creer porque no puedo creer que ya no esté nuestro Diosito de las causas populares y la pelota limpia, porque no se mancha. No.

 

Espero nunca estemos listos para aceptar, para entender,  estos días de mierda, de ausencia, de dolor... y siempre estarlo para dejar en la memoria de la historia desde éste minúsculo, pero inmenso, lugar: el del pueblo que te llevará como bandera hasta la victoria, siempre.

 

Descansa, Diegote.

 

Los dioses también merecen descanso.

 


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