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Guerra Rusia-Ucrania

La ciudad de Zhitomir está siendo bombardeada en silencio

Una localidad que ha sufrido en silencio las calamidades de la escalada rusa. Los ataque son vía aérea a través de drones o aviones. La oficina del alcalde se ha convertido en un objetivo de las tropas del Kremlin

Zhitomir: la escuela bombardeada, un tiroteo en la alcaldía y el comienzo de la invasión en el oeste

La ciudad de Zhitomir está siendo bombardeada en silencio. No sale en las portadas pero cada tarde comienzan los ataques. Son, al momento, exclusivamente por aire. Primero fue una escuela, luego un hospital y por último el sistema de distribución de agua de la ciudad.

 

Zhitomir es conocida por su gran concentración de complejos militares, y la densidad de postas de control para llegar hasta ahí es mayor a la de muchas otras rutas. Los check-points son, además, enormes, más altos y más largos que en las áreas menos atacadas.

 

Conseguir un conductor que aceptara ir a Zhitomir fue difícil. Nadie quiere acercarse a las zonas de batalla o ciudades bajo fuego. Luego de hablar con medio pueblo, lo logramos. Nos lleva Víctor, un ex combatiente de la guerra en Navorno Karabaj en los años ochenta, como parte del ejército soviético. En aquel entonces fue herido de bala en la pierna derecha y desde entonces la tiene apenas más corta que la izquierda.

 

En esta invasión no quiere saber nada con combatir, pero tiene 51 años y no puede irse del país. Una noche antes de salir a Zhitomir, Víctor recibió un llamado de la milicia requiriendo sus servicios. Logró demorarlo, pero sabe que si insisten, deberá presentarse. Cada tanto, muestra videos de tiroteos contra los rusos que le manda un amigo que está en el frente en Mikolaiv.

 

Mientras vamos en el auto, en silencio, sentimos el sonido de un avión que pasa por sobre nuestras cabezas. Todos los aeropuertos de la zona están siendo bombardeados: el de Vinnytsia, Lutsk, Ivano-Frankivsk. Todos del lado occidental del país, cada vez más cerca del territorio de la Unión Europea. Pero el avión que escuchamos, sabremos luego, es ucraniano. La Fuerza Aérea está de manera permanente sobrevolando Yitomir para defenderla de los misiles. Es que allí comenzó de algún modo la ofensiva contra la parte occidental del país.

 

Los ataques a Zhitomir no son por tierra todavía. El camino a Kiev desde ahí sin embargo sí está tomado por los rusos, al sur oeste de la capital. Tomar la ruta en esa dirección es una captura o una muerte segura. Por los alrededores de Zhitomir por ahora todo el fuego llega desde el aire. Drones, misiles y algunos aviones rusos que se animan a desafiar las defensas de Ucrania.

 

Al momento, según el alcalde Serguei Sukhomlyn, los ataques en la ciudad produjeron 14 muertes, de los cuales cuatro eran chicos menores de edad. En entrevista con Infobae, asegura que el 40% de la población de Zhitomir ya evacuó la ciudad (poco más de 100 mil personas), y que están preparados para resistir cualquier intento de invasión.

 

El estado de alerta se ve reflejado en su propia oficina del segundo piso de la alcaldía: tiene bolsones de arena acumulados en la ventana para protegerse de un posible ataque aéreo, y hay armas largas en todos los rincones: sobre la silla, junto a la biblioteca, debajo de la ventana. Junto a la su silla de trabajo tiene su arma personal, que asegura saber usar.

 

Desplegado sobre la mesa de la oficina se ve un mapa enorme con las áreas de la ciudad pintadas de diferentes colores. Apenas entramos, cierra el mapa, no permite fotografiarlo. También tiene cuatro pantallas junto a la mesa, donde se ven diferentes calles de Zhitomir .

 

En la pared detrás de su escritorio, custodiado por dos banderas (la de Ucrania y la de la ciudad), un cuadro que descoloca: un pequeño retrato de Mahatma Ghandi, el líder pacifista de la India. Le preguntamos sobre el cuadro y responde con una pequeña sonrisa, consciente de la contradicción que significa que en una oficina repleta de kalashnikovs el única cuadro sea un líder de la paz.

 

“Yo soy pacifista, por eso tengo a Ghandi acá. Pero cuando las herramientas de la paz se agotan, solo quedan las herramientas de las armas”, dice. Antes de despedirnos, pide una foto con los tres periodistas que aceptó recibir. La hacemos.

 

Los planes para el resto del día son recorrer las zonas afectadas de la ciudad, pero la alarma comienza a sonar y nos obligan a quedarnos en la alcaldía por cuestiones de seguridad. Ya con un alcalde presuntamente secuestrado por las fuerzas rusas en Melitópol, y con el de Gostomel asesinado por las fuerzas de ocupación mientras distribuía alimentos a la población, la alcaldía no parece el lugar más seguro para estar. Pero las milicias aseguran que estamos a salvo y debemos esperar.

 

En la entrada de la municipalidad hay otra enorme barricada y hay que salir haciendo zigzag entre las bolsas, como si se escapara de un laberinto. Toda la plaza central está con bolsas tapando las entradas. “Hay dos paredes muy gruesas, si viene un bombardeo, estamos a salvo. En la planta baja es seguro. En el primero y segundo piso no, pero acá sí”, nos dice Vira, la encargada de comunicación de la alcaldía.

 

Unos minutos después, sus palabras no parecen muy confiables. Es que las milicias empiezan a gritar y correr por la zona y de pronto se escucha un fuerte tiroteo. Los disparos salen del hall central del edificio, exactamente del lugar en el que estamos esperando. “Drone, drone”, gritan algunos. Vira nos pide que nos protejamos en un pasillo. Un joven ucraniano se pone de rodillas y nos muestra una posición de defensa por si cae un impacto. Siguen sonando los tiros, son las milicias disparando desde la ventana hacia el cielo intentando derribar un drone. Nunca tendremos confirmación, porque no pueden hablar al respecto. Un soldado dirá “hubo un pequeño incidente”, pero lo dirá riendo, como si todo fuera un juego.

 

Seguimos esperando. Pregunto por las comunicaciones y me cuentan que ese mismo día recibieron una de las antenas de Starlink donadas por Elon Musk. Me la muestran, aún deben instalarla. Y al fin, un rato después del tiroteo, la alarma antiaérea se desactiva y nos dejan acercarnos a la escuela. Las alarmas en una ciudad que sí fue alcanzada por los misiles se respetan más que en las que no. Los habitantes de Zhitomir ya vieron caer del cielo un cohete que destruyó su escuela, y a pesar de que la ciudad sigue en pie, prefieren respetar las sirenas.

 

La imagen de la escuela bombardeada y destruida no es posible explicarla. Se trata de la escuela número 25, un complejo enorme de edificios que afortunadamente no estaba habitado al momento del ataque. Todo el frente del edificio central tiene vidrios colgando. Hacia el ala interna, la construcción se convirtió en una suerte de barranca: ya no tiene forma de edificio sino de médano de escombros. Alrededor, un montón de papeles y botellas de plástico voladas. Una cancha de básquet está cubierta de una suciedad extraña, como apuntes llenos de polvo que llegaron hasta ahí.

 

Detrás del predio se abre un claro, un patio para el recreo, y desde ahí se ve una peor imagen: todo el liceo en ruinas. A la izquierda, el edificio donde estaba la biblioteca. Los libros todavía están ahí, ya no en los anaqueles sino caídos en el piso. Forman una alfombra irregular de literatura y texto, y sirve el papel para aminorar el sonido latoso de los pasos. Entre el ruido de los tiroteos y el de los escombros, es más aterrador el segundo. Es que, aunque ya pasó, caminar por una escuela bombardeada no deja dudas del horror real que supone la guerra.

 

Al final de la biblioteca, un aula. En el aula, un pizarrón. No hay nada escrito en él, solo el verde. El viento le mueve una de las tres planchas que lo componen. El metal suena, como en las películas de miedo. Vira dice que tenemos que irnos, que no es seguro afuera en este momento. Unos adolescentes juegan al básquet en la cancha invadida por la mugre. Se ríen, se molestan, se hacen algo que parece un bullying pequeño. Uno logra encestar y después se van. No sé si rumbo al refugio, deben estar cansados de no ver el sol.


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