Procesando. Por favor aguarde...
Legislador por Cambiemos Pablo Blanco.
Los trágicos sucesos que vivimos la semana pasada y en el día de ayer no son más que un acto de sedición que debe ser duramente rechazado por todos los partidos políticos y castigado con máxima dureza por la Justicia Federal.
La razón no se defiende ni se impone a piedrazos sino argumentando otras razones y proponiendo medidas superadoras. Eso nos lo enseñó a todos los argentinos Don Raúl Alfonsín pues fue él quien sostuvo siempre que no hay que vivir en un estado de hecho sino en un estado de derecho.
La verdad es que da mucha bronca ver como dirigentes y diputados nacionales que hasta hace apenas dos años atropellaban dentro del parlamento con tratamientos de leyes exprés (vaya como un simple ejemplo el Memorandum con Irán) o recurriendo a Decretos de Necesidad y Urgencia (sin la menor urgencia y necesidad objetiva), hoy se rasguen las vestiduras porque el actual gobierno nacional pretende sancionar una ley para la que le dan los números.
Tanto lo de la semana pasada como lo de ayer estuvo perfectamente orquestado por aquellos para quienes la democracia vale si está manejada por ellos. Las hordas de delincuentes que le tiraron toneladas de piedras a la policía estaban disciplinadas, tenían mandos y un plan. Esto no fue espontáneo. Como no es espontáneo que, mientras tanto, los diputados opositores pidan y pidan la palabra para plantear cuestiones de privilegio con el único fin de alargar la sesión para que algunos diputados de dudosa posición se cansen, se retiren del recinto y la sesión se caiga.
Vergüenza y dolor da ver a tránsfugas como Leopoldo Moreau quitarle el micrófono al Presidente de la Cámara de Diputados de la Nación y tener permanentemente actitudes provocativas y destituyentes sumándose a los violentos.
Esta gente es la expresión de la Argentina que no queremos más. Son una vergüenza nacional que ya ha sido condenada dos veces consecutivas en elecciones y que de una vez por todas, empieza a desfilar por el banquillo de los acusados y poblar los penales.
Son los mismos que transformaron al país en una gran zona liberada y multiplicaron la pobreza de manera sistemática. Son los mismos que nos desacostumbraron de ver policías en la calle y con su garantismo falsamente progresista multiplicaron también a los ladrones.
Estos violentos quieren impedirnos gobernar. No soportan que las instituciones funcionen fuera de su control mafioso.
Con ellos tenemos que terminar y vamos a hacerlo con paciencia, con todo el rigor de la ley y con votos.
Hace rato que vienen buscando un muerto. Creen que sobre eso puede cimentarse su recuperación. Nada más cínico, bajo y ajeno a la verdad. Nada puede construirse ni sostenerse indefinidamente a partir de la violencia y la muerte. Y sino, pregúntennos a los radicales que juzgamos a la dictadura, descorrimos el velo de los años más oscuros del país y le mostramos al mundo que solo con justicia, verdad y paz es posible avanzar en democracia.
No retrocederemos. No daremos ni un paso atrás. Juntos digámosle a los violentos que no pasarán.
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