Procesando. Por favor aguarde...
Un puñado de comerciantes pródigos junto unos cuantos militantes de la vida fueron necesario para que la Legislatura fueguina fulmine una actividad que en otros países como Chile se ha transformado en un modelo productivo controlado que brida oportunidades y da trabajo de calidad genuina, en nuestra isla en lugar de buscar un equilibrio entre la producción y el medio ambiente, se decidió cortar de cuajo con la posibilidad de explotar este sector cada vez más requerido por los mercados internacionales.
Algo similar sucedió con el Concejo deliberante de Ushuaia que se dejó llevar por los cantos de sirenas y rechazó las instalaciones de antenas de 5G, situación que ahora buscan rápidamente enmendar.
Lo cierto es que la Legislatura fueguina en lugar de buscar que la actividad de la salmonicultura avance de forma controlada y bajo estándar internacionales, fue por el atajo más fácil y demagogo, prohibir la actividad.
“El subdesarrollo está en la mente”
En 1985 el investigador estadounidense Lawrence Harrison publicó el libro “El subdesarrollo está en la mente” para referirse al atraso presente en América latina. Desde entonces algunas naciones aprendieron la lección. Pero otras no.
En 2023 las exportaciones chilenas de pescados cultivados (salmones y truchas) fueron de 6461 millones de dólares, la mayor parte de los cuales corresponden a envíos realizados a los mercados tradicionales de EE.UU. (2803 M/u$s), Japón (932 M/u$s) y Brasil (829 M/u$s), aunque vienen creciendo las exportaciones a Rusia (342 M/u$s) y China (309 M/u$s).
Los pescados cultivados fueron el año pasado el segundo producto de exportación de Chile, por detrás del tradicional cobre (43.395 M/u$s) y un paso más arriba que el litio (6249 M/u$s).
El salmón, junto con las frutas, celulosa, vinos y las carnes, fue uno de los grandes protagonistas que permitió que en 2023 las exportaciones no tradicionales chilenas (es decir, las que no corresponden al rubro de la minería) alcanzasen un récord histórico de 43.663 millones de dólares.
Las exportaciones totales de Chile el año pasado tradicional y no tradicional, como ellos mismos las denominan– sumaron 94.937 millones y el año cerró con un superávit comercial de 15.503 millones.
¿Y cómo le fue a la Argentina con su producto emblemático, el orgullo de sus ciudadanos y la “marca país” en el imaginario colectivo mundial? Pues las exportaciones de carne vacuna en 2023 sumaron 2593 millones de dólares. Es decir: apenas un 40% de las divisas generadas por las exportaciones de salmones y truchas chilenas. Para expresarlo de otra manera: los pescados cultivados trasandinos generaron un 150% más dólares que los embarques de carne vacuna argentina.
¿Cómo hace Chile para aprovechar las oportunidades que ofrece el mundo? Sencillo: además de contar con una macroeconomía ordenada –como sucede en la mayor parte de las naciones de la región–, tiene Tratados de Libre Comercio (TLC) con las principales economías del mundo, lo que le permite exportar bienes y servicios en situaciones mucho más ventajosas que aquellos países que van por el canal comercial convencional.
La ironía es que, como Chile no se autoabastece de maíz y harina de soja, debe importar buena parte de esos insumos para producir salmones y truchas. Y la Argentina es el principal proveedor de esos recursos.
La segunda gran ironía es que Argentina podría aprovechar su gigantesca producción de granos para transformarse en un gran productor y exportador de salmones en Tierra del Fuego, pero la Legislatura de esa provincia sancionó en 2021 una ley que prohibió la salmonicultura industrial.
Por otra parte, mientras que los salmones chilenos cuentan con una matriz comercial diversificada, no sucede lo mismo con la carne vacuna argentina, que depende, en lo que respecta a cortes congelados, de China, mientras que en productos enfriados está atada de pies y manos a la Unión Europea.
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