Procesando. Por favor aguarde...
Horacio Rodríguez Larreta jefe del gobierno porteño y precandidato a presidente, junto a Natalia Jañez dirigente de Juntos por el Cambio. Precandidata al Parlamento del Mercosur
En 40 años de vida democrática ininterrumpida logramos solidificar la orientación de nuestras instituciones, dándole a nuestra ciudadanía un Estado de derecho como marco normativo para vivir, pero aún hay aspectos cruciales de la ciudadanía social de nuestro pueblo que están pendientes.
Básicamente lo que no hemos logrado construir es una ecuación económica que nos permita disminuir la pobreza, sumar trabajo y aumentar el poder adquisitivo de los sectores bajos y medios. Esto tiene que ver con cómo los distintos sectores políticos que han ocupado el poder entienden la inserción de la Argentina en el mundo, como así también con cómo se piensa la matriz productiva nacional y la orientación del mercado interno.
Esa discusión que tiene expresiones tan crudas como la pobreza, la indigencia, la inflación, la inseguridad, la pobreza infantil, el desgaste y la caída de las clases medias o el deterioro de la educación y la salud, también tiene aristas que son muy propias de la política. Es decir, ninguno de esos efectos que nuestra mala economía pone sobre la mesa es ajena a lo que la política hace o deja de hacer.
Más allá de los términos que las dos grandes familias políticas utilizan para esta discusión, todos sabemos que el rumbo que hoy ejecuta nuestro país está profundamente equivocado: es inequitativo por diseño y su finalidad no es el ascenso social sino la conservación del status quo. Le digamos cambio o transformación: lo concreto es que así no podemos ni vamos a seguir.
Tome cada elemento y combínelos como quiera: para cada combinación hay una fuerza política, o un momento de una fuerza política que ha fracasado, que no ha sido exitoso.
Por eso necesitamos entender que la demanda principal para superar esta crisis es de liderazgo, pero no de cualquier liderazgo.
El principal defecto de los liderazgos en Argentina es que muchos naturalizan como única forma exitosa de liderar el modelo peronista: personalista, autoritario, centralizado y excluyente. Esta tipología de construcción de poder también se basa en el fracaso del otro y la eliminación de la diferencia y de las disidencias.
Pero existe otro modelo, uno que no entiende que es a todo o nada, porque justamente sabe que la democracia no se trata de absolutos sino de mayorías y minorías, y que la democracia es el respeto a las minorías. Sin la preservación de esas diferencias, lo que nos queda es un tránsito en picada hacia las distintas formas de la autocracia y el autoritarismo. Lo que garantiza los CAMBIOS no son los personalismos sino los procesos, y lo que garantiza los procesos es la capacidad de pluralizarlos, de ampliarlos, de potenciarlos mediante la inclusión del otro, mediante la gestión de la diferencia y la posibilidad siempre abierta de que hay ideas y puntos de vista que pueden y son muchas veces mejores que los míos.
Los liderazgos personalistas y de imposición, del “todo o nada” (frase muy parecida al “vamos por todo” de ya saben quién), o que insinúan que las ideas políticas se “defienden en la calle” (también parecido a ya saben quién), como si todo siempre fuera una cuestión de quién machirulea más, han fracasado siempre y sin excepción en nuestro país y en todo el mundo por una sencilla razón: se agotan en las posibilidades de su portador.
Agotado el líder, agotado el liderazgo. Los personalismos son antiprocesos por definición, y lo hoy que más necesita nuestro país es un largo proceso de CAMBIO. Lo que tenemos que hacer, los problemas que es urgente solucionar porque ya excedieron largamente su condición de pendientes, nos exigen la sostenibilidad de las decisiones de gobierno. De nada sirve imponer si mañana esa imposición desaparece porque está floja de consensos o porque no gobernamos lo suficiente para que la ciudadanía se apropie de lo que intentamos transmitir entre lo que desea y la identidad que expresamos en términos de representación política cuando gestionamos el Estado.
Liderazgo de consenso, liderazgo reflexivo es lo que el CAMBIO y la Argentina necesitan. Hay que incluir y no echar, hablar y no gritar, convocar y no descalificar, gobernar y no imponer, gestionar y no bravuconear, decidir y no simular. Todo esto es lo que proponemos cuando decimos “EL CAMBIO DE TU VIDA”.
*Natalia Jañez. Dirigente de Juntos por el Cambio. Precandidata al Parlamento del Mercosur. Coordinadora del Instituto Moisés Lebensohn de Tierra del Fuego.
COMENTARIOS