Procesando. Por favor aguarde...
La película generó un gran debate entre los críticos, sobre todo por el amor/odio que genera el director mexicano, Alejandro González Iñárritu. Pero hay un reconocimiento unánime para la estética y la belleza de los paisajes, responsabilidad del director de fotografía, Emmanuel “el Chivo” Lubezki. “Un fenómeno el Chivo, pegamos muy buena onda. Ellos se fueron muy contentos por haber filmado acá”, dice Martín Latorre, nacido en Ushuaia y productor local. Siempre es difícil explicar qué es lo que hace el productor de una película. En el caso de Martín, sus tareas incluyeron desde buscar a Di Caprio en el aeropuerto, maniobrar motosierras y malacates, coordinar la logística, los hoteles, los traslados y hasta ocuparse de conseguir caballos parecidos a los que se habían usado en el rodaje de la primera parte, en Canadá. “Por suerte conseguimos unos casi iguales, y además tenían que poder cruzar por los ríos helados. Eso era fundamental. El único problema es que el caballo de Di Caprio tenía una mancha blanca en la cara. Hubo que improvisar una especie de maquillaje, pero para eso había cinco especialistas que habían viajado desde Canadá para dibujar los jeroglíficos que hacían las tribus de América del Norte. Fue todo así: había cinco personas para mover un vaso”, exagera Latorre.
Lubezki fue indirectamente uno de los responsables de que la película haya llegado a Ushuaia. Sucede que el director de fotografía (ganador del Oscar en esa categoría en 2014 y 2015, y ahora nuevamente y favorito) eligió usar solo luz natural, y eso provocó que las jornadas de trabajo fueran más cortas. El rodaje se extendió y se quedaron sin nieve natural en Calgary, que fue la locación principal. Ahí fue donde apareció Ushuaia.
“Nos quedamos sin nieve y milagrosamente la encontramos en el polo opuesto. Creo que fue algo espectacular, porque no sólo había nieve sino que el paisaje tenía los elementos necesarios para el contexto de las escenas del desenlace. Además, filmar en Argentina tuvo otras ventajas. Fue un alivio para mí hablar con el equipo en español y ni hablar de la posibilidad de comer bife con chimichurri”, dijo González Iñárritu, ganador del Oscar a mejor director en 2015 y nominado para esta edición.
Entre finales de mayo y junio se armó toda la logística y la producción, ya con el jefe de locaciones en Ushuaia. Llegó un equipo de 80 personas desde Estados Unidos, más otras 100 de Buenos Aires. Y contrataron también unas 100 personas de la zona. Para la escena final, filmada a la vera del Rio Olivia, cerca de la Ruta 3, se cuidó la nieve como si fuera un tesoro: “Le pasaban un rastrillo todo el tiempo para que no se aplastara. Di Caprio filmó casi todo con unos arneses, no hubo dobles. Todo se hizo con un nivel de detalle increíble. Hasta hubo que plantar unos pinos para que los paisajes fueran uniformes con los canadienses”, recuerda Latorre. Esa zona del río Olivia es la que ahora recorrieron miles de turistas en esta temporada.
Durante su estadía, Di Caprio aprovechó también para grabar un documental sobre cambio climático con tres científicos del CONICET. La producción le alquiló un catamarán y mientras navegaba por el Canal Beagle, entrevistó al geólogo Jorge Rabassa: “Fueron cinco horas de entrevista, en varias tomas. Si hay algo para destacar es que nunca nos hizo sentir su condición de celebridad o de actor famoso”, remarcó Schiavini. Por eso, el corazón de muchos fueguinos estará con “El Renacido”, la película que cambió las costumbres y los rituales de la ciudad.
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