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Magallanes merece el crédito como el primer navegante que dio la vuelta al mundo. Elcano regresó a España en 1522.
(Diario El Día).- En perspectiva histórica este viaje -14.440 millas náuticas, unos 79.500 kilómetros- fue un hito en el proceso de globalización que siguió después. Toda vez que supuso que el mundo se ensanchó y abrió la posibilidad de conectar a los pueblos que habitaban la Tierra.
Aunque pereció durante el viaje, el marino portugués Ferano de Magalhaes merece el crédito como el primer navegante que dio la vuelta al mundo.
Al servicio de la monarquía española inició en 1519 esta expedición que demostró que se podía ir de Europa a Asia en busca de especias, navegando hacia el oeste, tal como lo había postulado Cristóbal Colón.
El viaje exploratorio, así, se convirtió en la primera circunnavegación de la Tierra cuando una de sus naves, capitaneada por Juan Sebastián Elcano, regresó a España en 1522.
Antes de Magallanes, quien intentó infructuosamente encontrar el paso que uniera el océano Atlántico con el océano recién descubierto (que luego se llamaría Pacífico), fue Juan Díaz de Solís. Por entonces los españoles sabían ya que América era un continente y que aún faltaba mucho para llegar a las Indias.
Solís bordeó toda la costa de Sudamérica, en 1516, penetró en el Río de la Plata creyendo que era el paso buscado. A los pocos días el Piloto pereció atacado por los indios de la costa uruguaya, y la expedición emprendió el regreso.
Tres años después, Magallanes encabezó una expedición con cinco naves que siguió la misma ruta que Solís, y llegando al extremo del continente en 1520, encontró el paso buscado: el canal natural navegable.
Magallanes penetró en él, y tras llamar Tierra del Fuego al extremo del Continente, a causa de las grandes fogatas encendidas por los nativos para combatir el frío, navegó a lo largo del Estrecho que hoy lleva su nombre.
Luego, internándose en el océano al que llamó Pacífico, se dirigió rumbo al Oriente, en busca de las islas Molucas. Y tras una terrible navegación, diezmados por el hambre y el escorbuto, los expedicionarios llegaron a las actuales Islas Filipinas donde Magallanes fue asesinado por los nativos.
El cronista de la expedición, Antonio Pigafetta, dejó un crudo testimonio de lo que sufrieron los marinos: “La galleta que comíamos ya no era más pan sino un polvo lleno de gusanos que habían devorado toda su sustancia. Además, tenía un olor fétido insoportable porque estaba impregnada de orina de ratas. El agua que bebíamos era pútrida y hedionda”.
Más adelante dice el cronista: “Por no morir de hambre, nos hemos visto obligados a comer los trozos de cuero que cubrían el mástil mayor a fin de que las cuerdas no se estropeen contra la madera… Muy a menudo, estábamos reducidos a alimentarnos de aserrín; y las ratas, tan repugnantes para el hombre, se habían vuelto un alimento tan buscado, que se pagaba hasta medio ducado por cada una de ellas… Y no era todo. Nuestra más grande desgracia llegó cuando nos vimos atacados por una especie de enfermedad que nos inflaba las mandíbulas hasta que nuestros dientes quedaban escondidos”.
La expedición, que continuó al mando de Sebastián Elcano, bordeó la costa de la India y pasando por el Cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica), en 1522 llegó de regreso a España. Eran 18 sobrevivientes y una nave de los 265 marinos que tres años antes habían iniciado el viaje en cinco navíos.
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