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La recuperación de las islas Malvinas es una de las causas que movilizan el sentimiento y la identidad nacionales. Nos ha acompañado casi desde nuestro nacimiento como nación y a través de décadas.
La recuperación de las islas Malvinas es una de las causas que movilizan el sentimiento y la identidad nacionales. Nos ha acompañado casi desde nuestro nacimiento como nación y a través de décadas. Esta disputa de soberanía con el Reino Unido gobernó nuestros reclamos en foros multilaterales y en los breves e inconducentes espacios de diálogo bilateral. Por estos días, con el Partido Conservador en el poder -como hace 33 años-, el Reino Unido levanta las mismas banderas de Margaret Thatcher y fortifica las islas, agitando el fantasma de una Argentina bélica, a la vez que se escuda tras sus propios colonos, falseando el derecho a la libre determinación.
El conflicto del Atlántico Sur constituyó una anomalía en la histórica estrategia argentina de recuperación pacífica del ejercicio efectivo de la soberanía. Con excepción de la última dictadura militar, desde 1833 todas las fuerzas políticas que han gobernado el país coincidieron en la búsqueda pacífica de una solución a la controversia.
Durante los últimos 15 años, la argumentación del gobierno británico ha mutado desde las lecturas históricas sobre el valor de los títulos, abandonadas por su debilidad, al argumento de que la victoria militar cierra la disputa y otorga a los colonos británicos que habitan las islas derecho a la libre determinación y, por lo tanto, poder de decisión. Esta falacia, presentada como principal excusa para negarse al diálogo, niega la realidad histórica de que las islas son un territorio colonizado por una potencia extranjera, con una población trasplantada desde la metrópoli como parte del proyecto de usurpación.
La política de firmeza y persistencia con relación a la recuperación de la soberanía que iniciamos en 2003 con el presidente Néstor Kirchner, y continuamos con Cristina Fernández, poniendo la cuestión de las Malvinas como prioridad de nuestra política exterior, encendió la reacción descalificadora por parte del gobierno inglés, al alegar que la posición argentina sólo buscaba generar artificios para la opinión pública. Sin embargo, la firmeza de nuestro planteo rindió frutos al verse reflejada en las declaraciones y acciones de apoyo de la región.
La historia y las instituciones multilaterales de América del Sur siempre han sido reflejo de la convicción del rechazo de nuestros pueblos y gobiernos a la presencia de potencias extrarregionales. La causa argentina con relación a la defensa de la soberanía sobre las islas es la causa de la protección de los recursos naturales de América latina. En efecto, así ha sido reconocida por un número creciente de países de la Unasur y la Celac; así como el G-77, las cumbres de países de América latina y el Caribe, países árabes, las Cumbres Iberoamericanas, y otros foros que respaldaron la posición argentina y el llamado al cumplimiento de la resolución 2065 de la ONU, que establece que la disputa de soberanía debe resolverse con negociaciones bilaterales.
El apoyo a la posición argentina ha comenzado a preocupar al gobierno inglés, que escaló en su beligerancia en los últimos tres años. Los recientes anuncios del secretario de Defensa, Michael Fallon, agregan un nuevo elemento en la estrategia británica: la inversión de 250 millones de dólares durante los próximos 10 años para renovar infraestructura estratégica en las islas tanto para la exploración y explotación de recursos naturales como para operaciones militares.
Frente a esta actitud, nuestro país debe continuar con su política de firmeza en relación con su reclamo, al tiempo que debemos mantener los esfuerzos a nivel legal, diplomático y jurisdiccional para evitar que se consume la explotación de los recursos no renovables en la zona. El apoyo de los países limítrofes es esencial en este sentido, dado que sin su asistencia desde el continente resultará difícil llevar adelante la explotación de estos recursos. Se encuentran en juego no sólo los hidrocarburos, sino también los valiosísimos recursos minerales de los fondos marinos y su fauna, así como la proyección territorial de las islas sobre el sector antártico y la plataforma continental argentina.
La Argentina tiene un objetivo irrenunciable, consagrado en su Constitución, de recuperar el ejercicio pleno de la soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del derecho internacional. Como testigo y protagonista privilegiado de esa estrategia, así como del creciente respaldo latinoamericano y de muchos países a nuestros derechos soberanos, tengo la convicción de que cimentar la justicia y la razón que nos asisten ya no es un desafío futuro, sino una tarea presente y de todos.
(Fuente: columna de opinión Por Jorge Taiana para La Nación)
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