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Cristina decae y repunta Vidal

Relevamientos diarios realizados en Buenos Aires señalan que por primera vez en este año la imagen de la expresidenta evidencia una baja y que la de la gobernadora de la Provincia de Bs. As. se recupera.

Las últimas encuestas que administra el macrismo provocaron un respingo. También una satisfacción. Datan de la semana anterior y fueron interrumpidas dos días antes de las Pascuas. Se trata de relevamientos diarios realizados en Buenos Aires. Podría hacerse una síntesis que, como paradoja, abre un abanico generoso de conjeturas en el plano electoral. Aquella síntesis señala que por primera vez en este año la imagen de Cristina Fernández evidencia una baja. También que María Eugenia Vidal, en conflicto con los gremios docentes desde hace más de un mes, ha recuperado su ponderación. Se arrima de nuevo al 58% de aceptación entre los bonaerenses. Alrededor de esas mujeres, antes que del propio Mauricio Macri, giraría el destino de las elecciones de octubre.

 

Aquellos seguimientos tienen el sello de la consultora Isonomía que trabaja para el oficialismo desde que el PRO circunscribía su política al suelo porteño. Los números de la ex presidenta se desmenuzan de esta forma: en el Conurbano registra una imagen negativa del 54%, la más elevada desde el 2016, y una positiva del 38%. En el interior de la provincia su rechazo trepa al 69% y su buena valoración al 26%. El fortalecimiento de Vidal figura también por afuera de los laboratorios macristas. La empresa D’Alessio IROL/ Berensztein apunta que casi la mitad de los ciudadanos que viven en el Conurbano sostienen que la gobernadora ha salido fortalecida por su pulseada con los gremios docentes. Más de un 20% de ellos fueron votantes del FPV. Una buena razón para comprender el reciente endurecimiento discursivo presidencial con los maestros.

 

Los especialistas se ocupan se subrayar un aspecto. La valoración en ambos casos refiere a la imagen, no a los votos. Entre una y otro cosa suele abrirse una brecha nunca menor a los 10 puntos. Un ejemplo: Cristina obtuvo en el 2011 el 54% de los votos cuando su imagen, en plena viudez, volaba en torno al 65%. Una rareza fue la de Macri en el 2015. Tuvo al final más votos (52%) que registro favorable de su imagen. Pero ocurrió en el balotaje que nunca deja alternativas. Allí cosechó multitud de adhesiones cuyo propósito fue sólo enterrar el ciclo kirchnerista.

 

El repunte de Vidal permitiría ir cerrando las incógnitas del diseño electoral de Cambiemos en Buenos Aires. El puerto de Elisa Carrió será la Ciudad. Una mala noticia para la irrupción de Martín Lousteau, el ex embajador en Washington. El descenso de Cristina, en cambio, agudizaría los enigmas e intrigas entre el peronismo y los kirchneristas. La ex presidenta se solaza con la indefinición. Con sus mensajes en las redes, a la distancia, condiciona todo. Los potenciales candidatos son tales únicamente a través de fotos y rumores. Curiosa interpretación de la política. Clara evidencia también sobre su presente calidad.

 

Nadie atina a explicar alguna razón exacta sobre aquel bajón de Cristina. Su situación judicial es complicada desde hace rato. Pero cada novedad la enchastra otro poco. La revelación de Suiza sobre una cuenta millonaria de Lázaro Báez repuso los peores recuerdos. Ella persiste en un relato que tampoco ayuda. Reivindica cada episodio que enfila contra el Gobierno sin medir, quizás, sus secuelas. Apoyó todos los paros y las marchas. Exaltó el acto de repudio al golpe del 24 de marzo durante el cual se reivindicó a las organizaciones armadas de los 70 y respaldó al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, que sigue acumulando muertos. Ahora machaca con los docentes y la “escuela itinerante” instalada en el Congreso. No repara en un par de situaciones: el conflicto de los maestros, según se observó con el paro del martes, pierde cada día consenso social; ese conflicto, sumado a otros, tiene a Santa Cruz convertida en un volcán. Allí gobierna su cuñada Alicia Kirchner. La mandataria, 16 meses después de asumir, confesó que recibió una “provincia quebrada”. No tuvo chance de endilgarle culpa a la herencia. El kirchnerismo manda allí desde la década del 90. Silencio sepulcral de Cristina en las redes sobre tal contrariedad. Sólo alivia su relato la inflación que el Gobierno macrista nunca termina de domar.

 

Florencio Randazzo empieza a mostrarse un poco desanimado. Presume que Cristina no se presentaría en Buenos Aires y que, por ende, no podría derrotarla en las internas abiertas. Esa era con la plataforma que soñaba para dos cosas: catapultarse como referencia indiscutida para el futuro reordenamiento; ganar con ese impulso las elecciones de octubre y establecerle condiciones a Vidal, con quien la une una amable relación.

 

El ex ministro del Interior y Transporte del kirchnerismo suponía un alineamiento de los planetas para pegar el gran salto. Sin internas bonaerenses en Cambiemos ni en el Frente Renovador de Sergio Massa, miles de votos independientes podrían beneficiarlo en el objetivo de consumir políticamente a Cristina. Pero ese fenómeno difícilmente se desate sin la presencia de la ex presidenta. Nada será igual con un muleto.

 

El kirchnerismo estaría barajando posibilidades mientras Cristina resuelve. Daniel Scioli se ofrece. Recorre cada uno de los distritos que comanda el cristinismo. Se ve casi todas las semanas con Fernando Espinoza, el titular del PJ bonaerense. Pero en el cìcristinismo de los duros ya no tendría cabida. Entre otros motivos, porque representa la cara de la última derrota. Con Verónica Magario, la intendente de La Matanza, podría ser distinto. Esa mujer ha sabido preservar su figura dócil. Aunque con ella se acurrucan los K. Fue una de las que alentó que el Senado bonaerense aprobara en marzo una ley por la cual se estableció que los desaparecidos durante la dictadura fueron 30 mil. Sin más. Para clausurar cualquier atisbo de debate. La iniciativa corrió por cuenta del legislador kirchnerista Darío Díaz Pérez, ex alcalde de Lanús destronado por el macrista Néstor Grindetti.

 

Los planes de Randazzo, en ese caso, se verían trastocados. ¿Sería lo mismo competir contra Cristina que contra Magario?. Evidentemente no. Con un adicional ingrato: aún en la hipótesis de su victoria, Randazzo deberá acoplar las listas de aspirantes a diputados acorde con los porcentajes que obtenga el ganador y el perdedor. Es decir, cargará con cierto lastre kirchnerista mientras aspira a instalarse como la renovación, el tiempo nuevo. Promesa de conflicto. Nada indica, por ahora, que se vislumbre algún dique abierto entre ambos sectores. El ex ministro se ha recostado en el gremialismo cegetista para incomodar al Gobierno; los K están encolumnados con la Confederación de Trabajadores de la Argentina (CTA) y no le hacen asco a la izquierda radicalizada.

 

Cambiemos respira frente a esa contradicción opositora que parece insoluble. La crema macrista escuchó el diagnóstico de Jaime Durán Barba, antes que el asesor ecuatoriano emprendiera otro de sus frecuentes viajes. “La elección se jugará entre el pasado y el presente”, pontificó. Un modo diplomático de referir a la polarización. Escucharon Macri, Vidal, Marcos Peña, el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, el alcalde porteño, y Diego Santilli, su vice. Si el diagnóstico vertido por el gurú resultara cierto, la amplia avenida del medio que pretenden transitar Sergio Massa y Margarita Stolbizer correría riesgo de mutar en un pasaje. Esa dupla viene acentuando sus críticas contra el Gobierno. En especial, las económicas. Pero hay historias e identidades difíciles de ser diluidas en una campaña: la diputada del GEN llegó al punto que llegó por desnudar la corrupción kirchnerista. Detrás de esa causa está su clientela.

 

La firmeza de Vidal y de Macri ante el desafío docente tendría sintonía con la predicción de Durán Barba. La educación está en un plano inclinado hace mucho en la Argentina. Pero se ahondó durante la “década ganada”. Los sindicalistas tampoco han sido imaginativos. Repusieron la idea de la “escuela itinerante” en el Congreso emulando la carpa blanca de los 90. Nada nuevo. Aunque la repetición amenace con transformarse en un incordio para el macrismo. Después de una absurda escaramuza por la instalación de esa “escuela” que incluyó una intervención policial, Rodríguez Larreta extendió la autorización de su permanencia hasta el miércoles. ¿Alguien supone que ese plazo será respetado a rajatabla?. ¿No comenzará ese día un nuevo forcejeo?. La “escuela podría” convertirse en el mejor teatro para la oposición.

 

Habrá que ver si el jefe porteño sabe combinar como Vidal, en dosis diluidas, la firmeza con el diálogo. La gobernadora torció a su favor la lucha con los docentes. Ni bien tuvo esa certeza volvió a convocarlos para una negociación. Las palabras serán complementadas con hechos. El ministro de Economía, Hernán Lacunza, ordenó para este mes la liquidación de los haberes de 300 mil estatales –que en diciembre firmaron la paritaria del 18% con cláusula gatillo—con el 1.8% extra que surgió como diferencia del primer trimestre inflacionario (6.29%). Es decir, aquellos empleados recibirán ahora un 10.8% más incluyendo los dos primeros tramos de aumento de la paritaria. De ese beneficio están aún excluidos los docentes. La diferencia se hará notar en la mesa de las conversaciones.

 

Esa delicada ingeniería requiere de otra viga para que logre sustento. La economía global debe mejorar y la inflación moderarse cerca de las metas que fijó el Gobierno (17% a 20%). Con la tendencia actual el alza de precios debería promediar hasta diciembre sólo el 1.1% mensual. Hará falta, evocando al kirchnerismo, mucha magia.

 

 


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