Miles de turcos realizaron ayer una inédita y masiva marcha en Estambul bajo la consigna “ni golpe de Estado ni dictadura”, ante el temor y el malestar que está despertando en la población el giro autoritario adoptado por el gobierno islámico de Recep Tayyip Erdogan tras el sofocado alzamiento militar del 15 de julio pasado.

La concentración multitudinaria se realizó en la icónica plaza Taksim, bajo estrictas medidas de seguridad. Fue convocada por el principal movimiento político opositor, el Partido Republicano del Pueblo (CPH, laico y de centro izquierda).

Además de un mar de banderas rojas turcas, podían verse numerosos retratos de Mustafá Kemal Ataturk, padre de la república y símbolo de la Turquía moderna y laica. Esto ocurre mientras Amnistía Internacional (AI) alertó sobre de abusos y torturas contra personas detenidas.

Lo más significativo es que en un gesto de unidad patriótica después de la intentona golpista, el partido islamo-conservador del presidente Erdogan (AKP, Partido de la Justicia y el Desarrollo) se unió a la manifestación. Así, por primera vez opositores y partidarios de Erdogan, bajo presión por haber lanzado una purga masiva en el aparato estatal, se manifiestan juntos.

“Defendemos la república y la democracia”, “La soberanía pertenece al pueblo sin condiciones”, o “No al golpe de Estado, sí a la democracia”, rezaban algunas de las pancartas. Muchos opositores al gobierno, además de rechazar a los golpistas, se mostraron preocupados por la instauración del estado de emergencia. “El poder al pueblo”, “Turquía es laica y seguirá siéndolo”, levantaban como consignas.

El primer ministro, Binali Yildirim, había tuiteado que “este país de turcos, kurdos, alevíes” y seguidores de los mayores partidos de la oposición están “unidos y dan una lección necesaria a los golpistas”.

Turquía atraviesa una situación agitación general desde que el pasado 15 de julio un grupo de militares intentaron expulsar del poder a Erdogan, a lo que se opuso una multitud de civiles, soldados fieles al gobierno y la policía, en enfrentamientos que dejaron 270 muertos.

Más de 13.000 personas fueron detenidas desde el golpe de Estado, y esas personas podrán ser retenidos bajo custodia policial hasta 30 días, de acuerdo a la emergencia dictada por el gobierno. Hay más de 6.000 sospechosos con prisión preventiva, de los cuales 1.500 son jueces y fiscales, una purga que paralizó a la Justicia.

A la mayoría de le acusa de estar relacionado con el clérigo Fethullah Gülen, que en opinión de Erdogan es el instigador del golpe. Al parecer, según el mandatario, incluso se han infiltrado en la guardia presidencial. Casi 300 de sus uniformados han sido detenidos. El primer ministro Binali Yildirim anunció la disolución de toda la unidad de élite.

A esto hay que agregarle otro dato fuerte. Erdogan ordenó el cierre de más de 2.300 instituciones educativas, que en opinión del Gobierno están relacionadas con la red G Gülen, entre ellas un millar de escuelas privadas. Más de 45.000 funcionarios han sido suspendidos hasta el momento.

Esto es lo que provocó la reacción de la población, temerosa de la instalación de un gobierno autocrático e islámico, cuando el país buscaba estabilizar su democracia.

Las purgas masivas y las detenciones también preocuparon a los socios europeos de Turquía, quienes protestaron formalmente. El primer ministro italiano, Matteo Renzi, advirtió que “un país que mete en prisión a sus profesores universitarios y periodistas está encarcelando su futuro”. Turquía argumenta que los líderes de la Unión Europea no comprenden la gravedad de la amenaza contra la democracia turca.